Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 3 de mayo de 1855
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: nº 144, 4378 a 4381
Tema: Subsistencia de la concesión del ferrocarril de Almansa a Alicante

 Leído enseguida el dictamen relativo al ferrocarril Almansa a Alicante (Véase el Apéndice séptimo al Diario núm. 128 ) y abierta la discusión sobre la totalidad, pidieron la palabra en contra el Sr. Sagasta y en pro los Sres. Rivero Cidraque, Campos y Torrecilla.

El Sr. PRESIDENTE: Tiene la palabra el Sr. Sagasta.

El Sr. SAGASTA: Desgracia es, y desgracia para mí muy lamentable, verme en la dura precisión de levantar aquí un día y otro día y constantemente mi desautorizada voz para protestar, ya que otra cosa no se consiga, para protestar, Sres. Diputados, contra la falta de sistema, contra la falta de plan que desgraciadamente para mi país vengo observando en la marcha de estas importantísimas cuestiones. Y digo que es para mí una desgracia lamentable, porque no quisiera de ninguna manera que mi insistencia en combatir estos que yo creo desaciertos se tradujera equivocadamente como sistema de oposición; porque me había propuesto ser muy parco en el uso de la palabra, molestando vuestra atención únicamente cuando me viera a ello obligado, que creía que sería pocas veces, y éstas por el menor tiempo posible. Pero si bien me había propuesto esto, me he propuesto también no abandonar nunca mi puesto, estar constantemente en la brecha defendiendo palmo a palmo mi terreno, que mi terreno, Sres. Diputados, como representante de mi país, no es otro que los [4.378] intereses de la Nación; los intereses de la Nación, que estoy dispuesto a defender por encima de toda consideración; los intereses de la Nación, ante los cuales no veo obstáculo que no esté dispuesto a vencer, peligros, que no esté dispuesto a arrastrar, haciendo toda clase de sacrificios, aun el que en este momento hago, que no es tan pequeño, y que circunstancias especiales lo hacen mucho mayor de lo que vosotros os podéis figurar.

Se presenta a vuestra aprobación, Sres. Diputados, el proyecto de ley relativo al ferrocarril de Almansa a Alicante, para cuya construcción se os pide una subvención de 18 millones de reales, es decir, una subvención de un millón por legua; o lo que es lo mismo, se os pide como subvención la tercera parte del importe tal del establecimiento de la línea.

Nada tendría yo que decir a esto, Sres. Diputados, si la línea que en este momento ocupa vuestra atención fuese una línea principal, si fuese el ferrocarril del Mediterráneo, según conviene a la Nación.

Pero ¿acaso esta línea está declarada línea general? Acaso esta línea, ¿es el ferrocarril del Mediterráneo? ¿Dónde está esta clasificación? ¿Quién la ha hecho? Nadie, que yo sepa; nadie, que sepáis vosotros, señores Diputados. Pues si esta línea no es una línea principal; si como tal no está clasificada; si no debe, si no puede estarlo, ¿por qué dar a esa línea la subvención que únicamente debe darse a las líneas principales? ¿A qué darle el máximun de la subvención, que es la tercera parte del importe total del establecimiento (porque pasando de esto creo que sería, más ventajoso que la hiciera el Gobierno? Si esta línea no es principal, ¿porqué le dais los privilegio que debéis dejar para las líneas principales? ¿No conocéis que si esta línea no tiene el carácter de línea principal y la dais la tercera parte, todas las demás líneas de España tendrán derecho a pediros lo mismo y tendréis por fuerza que dárselo? Hoy viene la línea de Almansa a Alicante, y le concedéis la tercera parte de subvención; mañana vendrá la de Valencia, digo mal, que ya ha venido, ya está el proyecto sobre la mesa, y le concedéis esa tercera parte; pasado mañana vendrá la de Cartagena; ¿y qué haréis, Sres. Diputados, con la línea de Cartagena? Con la línea de Cartagena no tendréis más remedio que hacer lo mismo: primero, porque lo habéis hecho con otras menos importantes; y segundo, porque de derecho y de justicia le corresponde, porque la línea de Cartagena es una línea importante, porque la línea de Cartagena es una línea principal, porque la línea de Cartagena es y debe ser, y no puede menos de ser la línea del Mediterráneo.

Pues de esta manera, Sres. Diputados, tendremos dentro de breves días concedidas tres líneas que van a desembocar al Mediterráneo en una extensión de menos de 30 leguas, y tendremos esas tres líneas construidas con la tercera parte por los fondos públicos. ¿Y es esto lo que el país necesita? ¿Es esto lo que al país interesa? ¿Necesita el país acaso tener tres líneas que desemboquen en el Mediterráneo en la extensión de 30 leguas? No, Sres. Diputados: lo que el país necesita es una línea que vaya en esa dirección, y esa línea debe ir al mejor puerto del Mediterráneo, a Cartagena; esa línea, como principal, debe construirse; las demás no las necesita el país para nada; las demás no deben hacerse como líneas generales.

Pero ya que esta línea no debe ni puede ser considerada como línea principal, necesario será suponer que ha de tener alguna circunstancia especial por la cual merezca la consideración de tal. Yo voy a ver si la puedo encontrar.

¿Será acaso, Sres. Diputados, que la población que atraviesa es tan importante, que los terrenos que recorre son tan ricos, que sus productos son tan necesarios, que sea menester proporcionar el cambio de esos productos con los de otras provincias? ¿Es esto, señores de la Comisión? No puede ser esto, porque bien sabéis cuan escasa es la población que atraviesa, cuan escasos son sus productos, y también sabéis que la mayor parte del terreno que recorre es erial. ¿Sabéis lo que se produce con más abundancia allí? Esparto; a buscar esparto es a lo que vamos por esa línea del ferrocarril, con ligeras, con ligerísimas excepciones.

Por manera, Sres. Diputados, que únicamente puede alimentarse ese ferrocarril por los dos puntos extremos de la línea, Almansa y Alicante; pero ya sabéis lo que vale el puerto de Alicante, es un puerto pequeño, abierto a todos los vientos, y que se enarena a medida que se va prolongando.

¿Será acaso que las condiciones ventajosas del trazado obliguen a la Comisión a hacer un sacrificio por esta línea, considerándola como línea principal para darle la subvención? Tampoco, Sres. Diputados. Las condiciones del trazado son desventajosísimas. Almansa se encuentra situada en la misma meseta que Albacete, en la meseta de la Mancha; Albacete está elevado sobre el nivel del mar dos mil trescientos y tantos pies, y Almansa está aún sobre Alicante unos 100 pies; por manera que Almansa, punto de partida de la línea, está cerca de 2.500 pies más alto que el punto de llegada, que está al nivel del mar.

Pues bien; en el trazado de esta línea hay que ganar toda esta altura de 2.500 pies. La longitud del trazado es de 17 a 18 leguas; por consiguiente, en estas 17 o 18 leguas hay que ganar todo ese desnivel. De manera, Sres. Diputados, que resulta una pendiente general de 0,70m; que descontando de ahí los pasos que indudablemente tienen que ser horizontales, y las contrapendientes a que se ve obligado el trazado por razón de las localidades, va a resultar y resulta que las pendientes de ese camino de hierro van a ser de 1 y 1 ½ por 100; ahí tienen los Sres. Diputados las buenas condiciones del trazado, que ocasionarán una explotación difícil y costosa.

Vemos, pues, que ni bajo el punto de vista comercial, ni bajo el punto de vista industrial, ni bajo el punto de vista económico, porque ya os acabo de decir que la explotación sería difícil y costosa, debe esa línea considerarse como línea principal, ya que lo sea por los privilegios que se le conceden.

Pero esto es lo que menos importa; esto es lo que menos vale; y ciertamente, si el dictamen de la Comisión no tuviese otros puntos vulnerables, yo no me hubiera levantado a impugnarle, mucho menos al ver la predisposición que en estas cuestiones se nota.

¿Por qué, pues, la Comisión habrá considerado la línea de Almansa a Alicante como línea principal, para darle de subvención la tercera parte del total de su establecimiento? Vamos a ver si recorriendo la historia de este ferrocarril podemos averiguar la razón.

Señores, en Septiembre de 1.852, los Gobiernos que tantas recriminaciones sufrieron por parte de algunos individuos de la Comisión; aquellos Gobiernos cuyos nombres les asustaban en las cuestiones de ferrocarriles, bajo la dominación de aquellos contratos onerosos [4.379] según se decía, que contribuyeron quizá más que otra cosa a precipitar la revolución; aquellos Gobiernos, digo, concedieron esta línea al Marqués de Rioflorido, subvencionándola con el 6 por 100 de interés a los capitales invertidos en las obras por todo el tiempo de su construcción, que se fijó en tres años. Así se empezaron aquellas obras, y así se continuaron.

Es claro que la concesión que entonces hizo el Gobierno estaba dentro de la legislación vigente, puesto que estaba conforme con la ley de Febrero de 1.850.

El Gobierno, pues, entonces procedió con arreglo a la ley; estuvo en su derecho al dar la concesión y subvención que he dicho.

Construyéndose las obras, llega el año 54, y en el año 54 por un Real decreto se convierte el subsidio del 6 por 100 en una cantidad alzada o sea subvención directa de 15 millones en acciones de ferrocarriles; y así las cosas, llega la revolución. Se nombra una Comisión encargada de examinar los expedientes de ferrocarriles, y esa Comisión acuerda que debe anularse el decreto que convierte la subvención del 6 por 100 en una cantidad de 15 millones de reales, y dice que debe declararse subsistente la concesión al Marqués de Rioflorido con la subvención del 6 por 100 de interés a los capitales invertidos en las obras. Así pasa el negocio al Gobierno; esto lo examina detenidamente, y el Gobierno, después de examinado, presenta el proyecto a las Cortes en este mismo sentido, conformándose con el dictamen de la Comisión encargada de examinar los expedientes de ferrocarriles, es decir, anulando aquel Real decreto y diciendo que quedaba subsistente la concesión del ferrocarril de Alicante a Almansa, dando al concesionario el 6 por 100 de interés de los capitales invertidos en las obras.

Esto así, presentado el proyecto por el Gobierno, pasa a la Comisión; y la Comisión, Sres. Diputados, piensa lo mismo que el Gobierno y que la Comisión encargada de examinar los expedientes de ferrocarriles, que ya con fecha 13 de Febrero da su dictamen en los términos que va a oír el Congreso: (Leyó.)

Hasta aquí, Sres. Diputados, todos pensaban lo mismo. Lo mismo pensaba la Comisión nombrada por el Gobierno para informar acerca de los expedientes de ferrocarriles, que pensaba el Gobierno y la Comisión del Congreso; todos estaban acordes, todos estaban convenidos, porque la Comisión se asustó de la conversión que el Gobierno hizo en 1.854; se asustó también el Gobierno, no sólo la Comisión; pero luego, sin saber porqué, se pensó hacer una pequeña modificación en un corto trozo de esa línea; la Comisión retira su dictamen, y enseguida, señores, nos viene presentando otro precisamente contrario. Primero se asustó la Comisión, lo mismo que el Gobierno, de esa conversión que se hizo en 1.854, y después ya no se asusta de eso, sino que va más allá, y en lugar de un subsidio de 6 por100 da 16 millones. La Comisión empieza por anular lo mismo que ella había propuesto; empieza por prescindir de lo mismo que había propuesto la Comisión encargada de examinar la cuestión de ferrocarriles, y aquello que la asustaba al principio, viene a proponerlo luego, y aún va más allá. Es decir, Sres. Diputados, que nosotros vamos mucho más allá en estas concesiones de ferrocarriles que fueron esos Gobiernos cuyos nombres asustan tanto; es decir, Sres. Diputados, que aquellos Gobiernos que vosotros decís, que muchos de vosotros decís que escandalizaron al país con los contratos de ferrocarriles, vamos a hacerlos buenos, porque nosotros no hacemos esos ferrocarriles sin aumentar mucho más el gravamen de los contratos; porque si aquel Gobierno los hacia por el 6 por 100, que atendiendo a la cantidad que se suponía se había de invertir en las obras viene a importar 4 o 5 millones, nosotros, al contrario, no los haremos sino por mucho mayor cantidad. Señores, si aquel Gobierno, si Comisiones de aquel Gobierno hubieran hecho lo que ahora se nos propone a nosotros, ¿qué hubiera dicho el país? ¿qué hubiéramos dicho nosotros?

Por manera, señores, que nosotros hemos venido a aumentar la subvención en unos 11 millones de reales.

Y yo pregunto ahora: ¿qué necesidad había de aumentar esa subvención? ¿Quién pide que se aumente? ¿Para qué se aumenta? ¿Para qué se necesita? ¿Para construir el camino? No; hay un contrato legal, un contrato solemne entre el concesionario de ese camino y el Gobierno, concluido en 1.852; hay un contrato legal, porque está dentro de la ley, por el cual se compromete a concluir el camino de hierro en el término de tres años, y el Gobierno se obliga a pagarle el 6 por 100 de los capitales invertidos en las obras, lo cual viene a importar unos 6 millones de reales. ¿Es posible que el camino quede sin concluir? No; porque de una y otra parte se habían dado garantías para cumplir aquel contrato.

Pues entonces, esos 11 millones de reales no se necesitan para concluir el camino, ni se puede decir que los exige la conveniencia pública, que aquí, como dije el otro día, se nos viene poniendo de pantalla. ¿Para qué, pues, se necesitan esos 11 millones de reales? ¿Es para aumentar las ganancias del concesionario? Yo no encuentro la razón; la Comisión nos la dará; yo tengo derecho a exigirla, la Comisión tiene el deber de darla; las Cortes Constituyentes tienen el derecho de pedirla porque el país lo reclama. ¿Por qué se aumentan esos 11 millones de reales?

Y si yo no me explico la razón que ha podido tener la Comisión para obrar de esta manera, mucho menos me explico la razón que el Gobierno ha tenido para aceptar lo que la Comisión propone. ¿Que proponía el Gobierno en el proyecto de ley? Nos proponía lo justo, lo conveniente, lo mismo que en su dictamen la Comisión encargada de examinar la cuestión de ferrocarriles creyó que convenía proponer; y sin embargo, viene el Gobierno con ese proyecto de ley al Congreso, lo acoge la Comisión, da su dictamen favorable, lo retira, y da luego otro contrario a lo que proponía el Gobierno en el proyecto de ley, varía la esencia de este proyecto, y el Gobierno se conforma con esta variación. ¡Qué es esto, Sres. Diputados! ¿Por qué esa flexibilidad, por qué esa debilidad de parte del Gobierno? ¿Es acaso que el Gobierno trae aquí los proyectos de ley sin pensarlos antes, sin meditarlos, para que venga una Comisión que los varíe radicalmente en la esencia y en el fondo, y para que el Gobierno diga que los acepta? Si aprobáis eso, Sres. Diputados, ¿con qué derecho después se vendrá aquí a pedir la responsabilidad de Ministros anteriores, de Gobiernos y Comisiones, por estas cuestiones de ferrocarriles, cuando nosotros no podemos hacerlos tan económicamente como ellos los hacían, cuando nosotros para hacerlos tenemos que imponer mayores sacrificios al país? Así, Sres. Diputados, se preguntaba un periódico no pace mucho tiempo: "¿cómo están las cuestiones de ferrocarriles?" y se contestaba diciendo: " lo mismo que en Julio, pero ¡moralizados!" Vosotros me diréis que aquellos Gobiernos [4.380] hacían por una Real orden lo que nosotros por una ley: señores, lo que es malo, malo será por más que se cubra con el manto de la ley. ¿Qué me importa a mí, qué le importa al país, si le hacéis daño, que se lo hagáis por una Real orden o por una ley? Se os propone, señores Diputados, un aumento de 11 millones, por lo menos, de subvención, cuando no se necesita, cuando ese camino se concluiría sin más que la subvención que tenía, que era legal, que era justa; y sin embargo de eso, se os proponen 11 millones de reales, no separa qué; la Comisión lo dirá. ¿Y aprobaréis esto, señores Diputados? ¿Lo aprobaréis? Casi lo dudo; y digo que lo dudo, porque veo lastimosamente la disposición que tenéis en estas materias; lastimosamente, repito; disposiciones debidas a vuestros buenos deseos, a vuestro excesivo celo por la felicidad de vuestro país; pero se abusa de vuestros buenos deseos, se abusa de vuestra buena voluntad, y de tal modo os alucináis oyendo el nombre de ferrocarriles, que daríais, si fuera necesario, por algunas concesiones, vuestra, sangre, porque creéis que en esto esta toda la felicidad del país. Lo está, es verdad; pero las cosas mejores no se pueden hacer precipitadamente; porque aquellas cosas que nos dan la vida, que nos sirven para respirar, nos ahogan y nos matan si las tomamos con impremeditación. No vayáis, Sres. Diputados, no vayáis por vuestros buenos deseos a convertir un elemento de prosperidad y de felicidad para el país en el dogal que le ahogue; no vayáis, Sres. Diputados, a convertiros para vuestro país en una madre demasiado tierna, demasiado cariñosa, que a fuerza de caricias excesivas viene por último a aniquilar y quitar la vida a sus hijos.

¿Aprobaréis esos 11 millones injustificados, que no hay razón ninguna para que se den? Pues tened en cuenta que 11 millones hoy, 11 mañana, 20 ayer para una obra innecesaria, 20 pasado mañana para otra inconveniente, hacen una suma enorme. Tened en cuenta que tenemos encima de la mesa más de 200 millones concedidos para ferrocarriles: tened en cuenta que tenemos 120, que unidos a los de Cartagena que vendrá mañana, tenemos 150 millones para líneas que marchan todas en dirección al África; 150 millones para marchar de espaldas a la civilización: ¡200 millones de reales pesan ya sobre vosotros, y todavía no habéis dado principio a ninguna línea realmente importante a nuestro país! Sólo hay una, que es la que va al Mediterráneo. Doscientos millones pesan ya sobre vosotros, y todavía, Sres. Diputados, doloroso es decirlo, no tenemos nI aun el estudio de un sistema completo de comunicaciones ordinarias, que son las que han de dar vida a esas construcciones de caminos de hierro, desde el camino vecinal más insignificante hasta la carretera de más importancia, cuando casi todos los ríos van desde el manantial que les da origen hasta su desembocadura en el mar, sin que sus aguas se aprovechen más que en mover alguna mal colocada piedra de molino.

Pues en esta lamentable situación, Sres. Diputados, en este triste estado, pesan ya sobre la mesa 200 millones de reales, y se os viene todavía a pedir que aumentéis subvenciones, subvenciones que no se pueden conceder, que nadie puede pedir con razón, porque si habíamos de dar todo lo que sin razón se nos pidiera, ya podíamos dar todo cuanto tuviéramos.

Es particular, señores; todas las Naciones del mundo nos ganan a nosotros a tener dinero; pero en cambio nosotros ganamos a todos a despilfarrar.¡Así estamos, así hacemos las cosas, y así empezamos siempre! ¡Quién había de decirnos que la primera capital de provincia que había de oponerse en comunicación con Madrid había de ser Albacete, que nadie la conoce más que si acaso por las navajas que en ella se construyen! Pues este es el resultado de proceder impremeditadamente, de nuestro excesivo celo; es necesario contenernos y sujetarnos a la previsión. Pues esto, sin embargo, ha sucedido; la primera población que hemos puesto en comunicación con la capital de la Monarquía es Albacete, para irnos desde allí a Almansa, por donde no hay más que pájaros, porque no atraviesa ese camino ninguna población: de Albacete a Almansa había pueblos, y los han abandonado, y han ido por donde no había ninguno, sin duda por no asustarlos con las locomotoras.

Este es el resultado de la impremeditación, y a eso se nos conduce si no queréis variar de parecer. Bien sé que consigo poco, porque poco he conseguido estos días; pero tengo que cumplir un deber de conciencia, un deber para con el país y para el porvenir, por lo que en el porvenir sucede por lo que se haya hecho impremeditadamente; y entonces se verá que con los mejores deseos, con la mejor voluntad y con el mayor celo por la prosperidad del país, obrasteis de ese modo, y aunque hubo un Diputado, el más humilde sin duda de todos vosotros, que quería evitar el mal que podía resultar al país, no creyeron su voz bastantemente autorizada y lo desoyeron.

Doscientos millones tenemos sobre la mesa, más de 200 millones, y todavía no hemos hecho un camino importante y necesario, atendiendo al bien general. Pues bien; el día que agotéis vuestros recursos y consumáis vuestras fuerzas en esos ferrocarriles, y dejéis de hacer caminos importantes, esos que han de dar vida a los ferrocarriles que tanto os seducen, ¿qué sucederá? Que habréis hecho unas cuantas vías que no tendrán vida; y ese día, ¿sabéis lo que sucederá? Que no tendremos caminos de hierro, pero en cambio tendremos muchos conflictos, muchas complicaciones, muchas, muchas deudas, mucha falta de trabajo y mucha miseria. Ya me habéis oído; ahora haced lo que os parezca.



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